
La vida con frecuencia nos confronta con situaciones que nos hacen sentir que perdemos los pilares en los que se asienta nuestra vida.
Son situaciones o experiencias que por un momento nos hacen sentir que estamos perdidos, ni sabemos porque nos ha ocurrido, ni somos capaces de salir de esa situación, sencillamente estamos desorientados.
En esas ocasiones, por lo general, solemos tirar de analizar los «porqués» de estar en esa situación, cuando lo que deberíamos plantearnos es «como» salir de ella.
El ser humano tiene una carencia natural a buscar explicaciones de porque le suceden las cosas, que está bien, y siempre es recomendable hacerlo, más que nada para no volver a repetir patrones, aunque ese proceso hay que hacerlo a posteriori.
La cuestión es que no solemos tener el entrenamiento necesario, las capacidades o las herramientas mentales para afrontar esa necesaria reflexión de manera ágil y eficiente.
Tendemos a quedarnos atrapados en la mayoría de las ocasiones en la queja, en el análisis basado en la culpabilidad, en la tristeza o en la búsqueda de lo externo como origen de la situación.
Esto nos lleva en muchas ocaciones a quedarnos atascados en esa situación, y lo que es peor, a veces, en la autoflagelación, con todo lo que eso impacta negativamente en la visión de nosotros mismos, generando nos dolor e inacción.
La otra opción es centrarnos en el «como», lo que requiere de trabajo extra y si es posible anterior, para identificar qué tipo de persona somos y qué tipo de persona queremos ser.
El aclarar «que y «quién» deseamos ser se convierte en el faro en el que fijarnos, y nos permite comenzar a dar los primeros pasos en la dirección correcta.
Reflexiones de Aeropuerto
Luzio Valiente