La “Inteligencia” es un concepto sumamente atractivo “per se”, es un atributo muy admirado, valorado y deseado por todos, de hecho, cuando lo aplicamos a alguien o a algo la valoración de esa persona o cosa aumenta de manera inmediata.
Es tal el éxito de la palabra “inteligencia” o “inteligente”, que últimamente lo aplicamos constantemente, y quizás, sin el rigor o el criterio requerido, llegando a conseguir que pierda el valor de este atributo, utilizamos esta palabra en prácticamente todo lo que nos rodea, tenemos televisores inteligentes, móviles inteligentes, coches inteligentes, por tener, tenemos hasta inteligencia artificial, y por supuesto en el mundo empresarial tenemos “organizaciones inteligentes”.
Mas allá del aspecto comercial o de marketing de la palabra “inteligencia”, porque obviamente la palabra “inteligente” vende, o al menos hace mas atractivo cualquier producto o servicio, lo importante es el significado de la misma.
La “Inteligencia” existen numerosas afecciones entre las que podemos elegir, personalmente nos agrada la que la define como la “facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad”, ya que se alinea con un proceso de mejora continua, y desarrollo de las competencias.
Orientando las organizaciones con esta definición de “inteligencia”, una organización inteligente es aquella que es capaz de aprender y gestionar el conocimiento de manera eficaz, para poder tomar decisiones adecuadas en los momentos precios, permitiéndola acercarse a la realidad del entorno en el que se debe mover para sobrevivir y ser sostenible en el concepto amplio de la palabra (económico-medioambiental-social).
Tenemos en consecuencia que ser capaces de diseñar organizaciones para que sean “inteligentes”, y esto conlleva diseñarlas bajo paradigmas nuevos, ya que los entornos y contextos actuales son realmente cambiantes, y requieren de la toma de decisiones rápidas y acertadas.
Y el futuro que viene va a ser aún más cambiante, por lo que va a requerir una capacidad adaptativa por parte de las organizaciones más rápida, cada vez va a ser más importante el predecir los entornos futuros para empezar a cambiar incluso antes que los cambios se produzcan, esto requiere y va a requerir de organizaciones y personas con habilidades y competencias diferentes a las actuales, o más desarrollada a las actuales.
La “inteligencia” en las organizaciones por lo tanto debe ser un compendio de competencia de las personas que en ella trabajan, de la gestión que se hace del conocimiento, y de los medios de apoyo para gestionarse, es decir, debemos hablar más que de un concepto estático de “inteligencia”, de un concepto dinámico, de una gestión inteligente de las organizaciones.
La gestión inteligente requiere de personas con capacidades y competencias en habilidades personales, estamos hablando de liderazgo individual y de equipos, de comunicación asertiva, de creatividad y resolución de problemas, de gestión de conflictos, etc-, y de entornos de confianza con unas estructuras organizativas que permitan y estimulen la gestión del conocimiento, desarrollo de equipos de alto rendimiento, y en general que sean capaces de desarrollar todo el potencial de las personas que las componen.
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